martes, 21 de abril de 2015

Sos responsable de algunos de mis desvelos, pero no de mis lágrimas cuando suena un tema en particular, ni de mis escritos, ni de mis malhumores. Te cruzaste en mi vida hace ya unos 8 años, impactaste en su momento, si. Pero después te convertiste en historia, en una historia que nunca llego a ser, que nunca empezo, en un simple "sueño de una pendeja. Pero apareciste otra vez, totalmente inadvertido, después de muchos años sin casi contacto, para revolver todos mis sentimientos, y que se repita la "historia", esa que nunca arranca ni termina. Lo se, el día de mañana no vas a ser una historia que le cuente a mis hijos; pero acá estoy, dedicandote unos renglones, quizás de lo único de lo que seas responsable sobre mi persona.

Es que no tenés nada que ver con un extremo, y uno se desvela, llora, escribe y se malhumorea por extremos. Es eso, lo "nuestro" (las comillas son necesarias pero de todas formas me parece grotesco decir "nuestro") fue tan mediocre que a veces me pregunto si existió tal cosa o nomás fue ausencia-de. Dudo acerca de si fue algo que nunca empezó, o le falta un cierre. O quizás es simplemente así, ¿por qué esperamos que todas las historias y romances y amoríos sean redondos? Aún en las imperfecciones que les permitimos, pretendemos que sean perfectos, con principio y fin; claros, precisos. Y no.

Pero ahí estás, siempre volvés de alguna manera. Sos esa cosa que tengo pendiente, aunque ya no tan pendiente; eso que me falta conocer. Esa duda, esas ganas de enojarme con motivo. De poder pensarte sin sentir que estoy flasheando. De saber. De entenderte por un segundo.

Es que para mí fui distinta. Genere algo en vos hace 8 años,hasta te hice llorar, y ahora que me volviste a encontrar, me buscaste. Algo tiene que ser. A las mujeres nos encanta pensar eso, que fuimos especiales para el otro, no necesariamente amadas, sino diferentes: que los dejamos pensando, que los atontamos, que no nos pudieron entender, que fuimos locas, que nos atrevimos, que no nos cabió una. Me quedo con esa idea, lo que tal vez hace más triste que para vos haya sido absolutamente nada.

Ser una loquita suelta se siente mejor que ser una normal suelta. Y, por suerte, no necesito confirmar nada. O sí, me encantaría, pero sabiendo de tus mañas, jamás me harías saber si te moví más de un cuarto de pelo. 

Vos sí que sos especial... eso seguro. El problema es que lo sabés y te aprovechas de eso. 

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