jueves, 2 de septiembre de 2010

 No controlo esa sensación de escalofrios cada vez que la mencionas, aunque sea en lo más mínimo, mi cuerpo empieza a temblar y no lo puedo contener. Siento como si mil cubos de hielos me rozaran la piel. Es tan detestable esa sencación de nerviocismo y miedo. Y si, cuando mencionaste aquello pensé "¿para que me decias que me amabas si era mentira?", y no aguanté quedarme ni un segundo más, es mejor irse y aniquilar de una vez el corazón que hacer la despedida un poco más tortuosa. Ya no pretendo que me quieras, ni que me ames ni un poco, ya no quiero esperar tu llamada, no quiero vivir con esa ilusión. Y sé que soy de las que siempre analiza cada palabra, pues la mayoría de las veces aquellas palabras vienen con algo de fondo, pero esta vez no fué ni siquiera necesario hacerlo, el mensaje era claro, directo. Nunca olvidaste tu parche y tu pata de palo y solo amaste lo que tú lograste ser conmigo. Eso para mí se llama: espejismo del corazón. Y ahora dí lo que quieras, pero el mensaje así llegó a mi corazón, y ¿sabes? esta vez no le costó ni un poco retoceder y auto-convencerse de que estará bien.
¡ Que seas feliz !

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